¿Y por qué no, Mr. Jobs?

Debía yo andar, por aquel entonces, haciendo mis pinitos con mi Spectrum, eso sí, plus. Nada de teclas de caucho… 😉

Me costó una eternidad convencer a mis padres, y con la excusa de que sería para todos los hermanos, al final cayó en unos «reyes».
Recuerdo perfectamente el clásico juego de romper ladrillos, brick breaker creo que se llamaba, y que más tarde evolucionó al Arkanoid y similares. ¡Menudas madrugadas!

Hoy, a veces, me llevo las manos a la cabeza cuando veo a mis sobrin@s o a cualquier niñ@ dándole a la DS sin descanso; y sin embargo, yo a sus edades hacía lo mismo con mi querido Spectrum. Pero ojo, que también me dedicaba a jugar al gua, a las chapas o a «churro, media manga, manga entera». Pero bueno, esta es otra historia.

También recuerdo aquel libro que no tardaron en regalarme. «Basic básico. Curso de programación». Creo recordar que tenía las tapas verdes y aparecía un personajillo haciendo pasar por un aro a un ordenador.
Gracias a aquel libro, y a mi autodidactismo, comencé lo que sería la programación de un juego de «scrolling» vertical y que nunca llegué a terminar…
«Vas a acabar loco. ¡Y ciego!», me decían mis padres. A mis hermanos, mayores que yo, aunque también les iba el rollo de los jueguecitos, ya andaban a otras historias. Así que no tenía prácticamente competidores para poder usarlo a todas horas.
Quizá no les faltara razón a mis progenitores cuando me decían aquello. De hecho, casi toda mi vida he llevado primero gafas, después lentillas y al final he acabado operado de miopía. Respecto a la locura, parece que nadie advirtió en mí comportamiento alguno como para preocuparse…

Desgraciada o afortunadamente llegó la pubertad, el instituto, el sexo contrario, las motos… Y con ello, las ganas de andar con maquinitas se relajaron lo suficiente como para que hoy día dedique mi vida profesional a un campo también ligado a la tecnología, pero bastante diferente a la programación y a lo que me quise dedicar en un principio.
Eso sí, a veces aún me dan las mil echando alguna que otra partidilla a la psp, a la play o al rFactor. O «hurgando» en nuevas historias y aparatitos varios.

Pero no iba yo a hablar de mí, sino de él…

-.- -.- -.-

Si hace 4 ó 5 años alguien hubiera oído el nombre de Steve Jobs lo más probable es que se hubiera encogido de hombros. Hoy día casi todo el mundo sabe quien es; sobre todo después de su fallecimiento el pasado día 5 de octubre.
Todo el reconocimiento y conocimiento generalizado de las masas sobre Steve Jobs viene de la aparición del primer iPhone.

Pero no voy a repasar yo aquí su biografía, ni tampoco quiero «retwittear» los miles de comentarios que han inundado la red en estos días.
Lo que sí quiero es, primero porque estoy de acuerdo con el contenido y, segundo, porque también estoy de acuerdo con la inmensa mayoría en que es lo mejor que he oido y leído de Mr. Jobs, poneros el enlace del discurso a los recién graduados de la Universidad de Stanford en 2005.
Creo que si tuviera hijos, les haría escuchar el discurso cada cierto tiempo. Lo mismo haría, siendo yo hijo con mis padres. También deberían hacerlo los mánagers con sus empleados. Y, también, si éstos tuvieran la oportunidad deberían hacérselo escuchar a sus jefes.
Sin duda toda una lección, magistral desde mi punto de vista, y que merece la pena ser escuchada con la merecida atención.

Pero tampoco quería hablar yo sobre esto…

-.- -.- -.-

Mientras yo enredaba con mi Spectrum, Steve Jobs debía andar planificando la presentación del primer Macintosh.
Yo, por aquel entonces, imagino que ni habría oido hablar de Apple. Sin embargo, si sabía lo que era una BMW.
En los primeros 80 se pudo ver a Steve Jobs, supongo que ya multimillonario, sobre una BMW R60 recorriendo Silicon Valley.

Fotografía de Charles O´Rear

Años más tarde quien más y quien menos desearía tener uno de aquellos Mac. Y también, quizá, una BMW.
En mi caso algo totalmente imposible por lo desorbitado de los precios de unos y de otras, por un lado. Y por el otro, porque siempre se tuvo la idea, y así era, de que estaba destinado a un mercado más elitista la BMW y a un mercado más profesional el Mac; orientado, sobre todo, al diseño gráfico.
Sin embargo, hoy en día quien no tiene un iPhone, tiene un iPod y sino un MacBook o un iMac. Y el artífice de todo esto no ha sido Apple, sino el Sr. Jobs, que ha sabido coger un poquito de aquí y otro poquito de allá para hacer productos atractivos, fiables y fáciles de usar.

A mi no me cambió la vida.
No, no me la cambió. Sólo tengo un iPod Shuffle que alguien tuvo a bien regalarme en su día. Quizá haya sido por eso.
El otro día me decía un buen amigo: «cuando tengas un Mac, no volverás a querer jamás un PC».
En su día, otro buen amigo me decía: «cuando tengas una BMW no desearás otra moto».
Puede que ambos mundos se rijan por una excesiva pasión de sus usuarios y pensemos, por tanto, más con el corazón que con la cabeza.

No hace mucho colgué en aquellas redes sociales donde tengo presencia lo siguiente:
«Steve Jobs ha cambiado la vida de muchos, dicen. Yo creo que lo que cambiará sus vidas es precisamente su desaparición».
Y lo digo con pena. Porque ha sido, y es, un ejemplo a seguir para las grandes y pequeñas compañías, se dediquen o no a las tecnologías.
Y lo digo, sobre todo, con temor. Porque… ¿Qué rumbo tomará Apple ahora? ¿Sabrá seguir el buen camino, el buen hacer? ¿Sabrá heredar Tim Cook el alma de Steve Jobs?

Quizá sea este el mejor momento para el cambio. ¿Y por qué no, Mr. Jobs?

Esta entrada fue publicada en Entradas miscelánea. Guarda el enlace permanente.

Una respuesta en “¿Y por qué no, Mr. Jobs?

  1. Comparto tu opinión, puede que sea este un buen momento para una manzana mordida, aunque para mi, va a tener que esperar 🙁

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *