Pastéis de Belém – 2

Y así los hacen…

El camarero me dice que son de crema. Yo creía que debían ser de nata. El me lo aclara y dice que los originales son de crema. Yo le digo que me han dicho que han de ser de nata. El me dice que si los quiero de nata hay otros sitios, pero que debo saber que son de imitación. Ante su insistencia, y a juzgar por lo grande del sitio (tiene un montón de salas), le creo. Además, según reza su servilletero, la receta que emplean es la original que utilizaban los monjes de los Jerónimos hace ya una «jartá» de años, asi que sin más discusión me quedo.
El resto ya lo podéis imaginar.

Pero no podía comenzar la ruta de hoy sin ver la playa que tenía al lado y cuyas olas me habían despertado.

Y llegamos a Lisboa. Lisboa es la leche. No me arrepiento de haber dedicado casi el día entero a esta ciudad.
Es más. Se merece 2-3 días al menos, pero…
Hoy en Lisboa me he llevado la segunda bronca de la poli, en este caso de la poli local, que suele ser más desagradable que otros tipos de policías. Y sólo porque he pasado con la moto a un sitio que no debía. Bueno, lo cierto es que me ha faltado poco para meterla dentro de la torre de Belém…
Espero que no haya una tercera.

Y llegamos a Sintra. Sintra es la leche. He subido al castillo (bueno hasta donde me han dejado). Pero resulta que cierran a las 19 h. y no he podido visitarlo. Me he quedado con las ganas.

Y llegamos al Cabo de Roca. Muerto de frío, eso sí. Se ha empezado a nublar y a ponerse muuuuuy gris oscuro, casi negro. Alguno debía pensar que iba muy calentito con la chupa de cuero y el casco puestos mientras hacía unas cuantas fotos. Más de uno me envidiaba a pesar de las pintas.

Precisamente por mis pintas, imagino, hoy me ha pasado en Lisboa lo que nunca en ningún otro sitio.
En varias ocasiones he notado cierto temor cuando he ido a preguntar por un sitio o para tomar una determinada dirección. Una conductora no ha querido ni bajar la ventanilla de su coche, otra le ha faltado correr al dirigirme a ella mientras me acercaba a la acera. Otros bastante distantes literalmente al preguntarles… El colmo ha sido que al llegar a Lisboa desde Cabo de Roca, y estando yo algo perdido, he parado en una gasolinera a preguntar y, ya de paso, a repostar. No me abrían el surtidor y he pasado dentro. No sé que me querían decir, pero al final el «segurata», de malas maneras, me ha dicho en casi perfecto español que para entrar debía quitarme el casco… He agarrado tal mosqueo que aunque ya me había abierto el surtidor y podía echar gasolina no lo he hecho y, lo que es peor, me he ido sin preguntar.
Pero como todos los caminos conducen a Roma…

Me pregunto yo si será por mi «careto», que dentro del casco solo se ven unas gafas y una nariz castigada por el sol o si será por llevar una Harley y una chupa de cuero (lo mismo se creen que soy un «ángel del infierno» o similar). Tengo curiosidad por saber si el índice de criminalidad en Lisboa es más alto que en otras ciudades europeas.
Ahora recuerdo que el abuelete que regentaba el hotel de Ourique me dijo algo así como que hacía ya al menos 10 ó 15 años que la gente no tocaba las cosas de los demás, a colación de que la moto tuvo que dormir a la luz de la luna. Como si eso me tranquilizara…

Creo que me voy mereciendo un baño. Así que es probable que las primeras horas de mañana las dedique a curtir mi piel debidamente al sol de la costa de Caparica.

Buenas noches.

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Una respuesta en “Pastéis de Belém – 2

  1. Te has colado en la cocina de los pastelitos!!! jooo, que privilegio. Te han dado la receta??
    Voy a tener que ir a Lisboa a probarlos, tienen una pintazaaaaa!!!

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