Recuerdo aquel día como si fuera ayer …
¿Ayer? Mejor diré que es como si estuviera ocurriendo en este preciso momento, porque lo cierto es que hay días en que no recuerdo lo que hice el anterior.
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Un sueño incumplido, el tuyo, hizo que se cruzaran nuestros caminos. Querías ser policía, ¿recuerdas? Pero alguien, por algún motivo, decidió que tus capacidades en aquel momento no eran lo suficientemente buenas. ¡Qué suerte tuve! ¡Qué suerte tuvimos! Y qué ignorante quien tomara aquella estúpida y, a la vez, genial decisión para nuestros destinos.
Todos sabemos, aunque dudo que tu seas consciente de ello, que nuestro tiempo es limitado. Más largo para unos, para otros más corto, sí; pero limitado.
Sin embargo, de vez en cuando algo decide que ya hemos disfrutado, o sufrido, lo suficiente y limita aún más ese tiempo. Hay quien lo llama destino, otros lo llaman
Dios y otros se consuelan diciendo simplemente «así es la vida».
Yo prefiero llamarlo mala suerte, sin más. O por qué no, puta vida.
No hay palabras para describir los momentos que me has regalado durante todos estos años, dando tanto sin pedir nada a cambio. ¡Qué generosidad la tuya!
En los últimos 8 años tu has sido mi compañera, mi amiga, mi guardiana, mi confidente. Oh sí, mi confidente. Tu has visto cosas que nadie más ha visto; y sabes cosas que nadie sabe. Eso quedará entre tu y yo por siempre.
¿Recuerdas cuando viste por primera vez el mar? Al principio pensabas que las olas te querían comer, pero pronto serías tu quien se las comiera.


Tantas y tantas cosas son las que te gustan …
La montaña

«Montar en bici»


Animar a viejas glorias…

Los caballos también te hacen gracia

Y hasta torear te gusta.

Aunque un poco dominguera también eres, eh.

¿Y la nieve? Tan fresca, tan pura. También te gusta, ¿verdad? Tanto o más que a mí.



Espero que este invierno puedas disfrutar de nuevo de ella. Espero que la puta vida te conceda esa penúltima alegría. Aunque, quizás, ya no podrás correr tras una bola.
Si no fuera porque sé lo que hay detrás de ese andar sincopado que tienes ahora, hasta podría llegar a parecerme gracioso pero, lamentablemente, no tiene gracia alguna. Y no hace sino recordarme el triste y prematuro final que nos espera. ¡Maldito osteosarcoma!
A mí, ahora, me toca jugar a ser dios. Me toca decidir por tí. Aunque, pensándolo bien, ¿no lo hago ya? ¿No lo he hecho constantemente? ¿Y quién soy yo para decidir por tí? Una vez más estas preguntas golpean una y otra vez mi córtex cerebral intentando arrancar la decisión correcta.
Como en una partida de póquer, o mejor de mus, he de intuir si mi contrincante se está marcando un farol o lleva una buena mano. Pero, ¿y tu? ¿Sabrás hacerme alguna seña? ¿Inclinarás tu cabeza a la derecha? ¿Encongerás un hombro? ¿Te morderás el labio inferior? Qué se yo. Me pregunto cómo sabré si ha llegado el momento.
Los seres humanos para eso somos especialistas; por poco que nos duela algo siempre hemos de intentar que el que esté al lado se entere. Yuca, aunque es un perropersona, como diría Felipe Lucena Marotta (*), en ningún momento mostrará si le duele o no, así que tendré que ser yo quien se convierta en una personaperro.
Desgraciadamente, en este caso, no hay farol que valga y he de asumir que seré yo quien decida cuando acaba la partida. Igual que aquel niño que decide que no se juega más al balón porque es suyo.
Parafraseando a nuestro amigo, el de la manzana mordida, quien sabe si en un futuro algunos de nuestros puntos volverán a conectarse de nuevo. Ojalá exista ese momento futuro; imposible, por otra parte, en este tiempo y en esta dimensión.
Ahora me viene a la cabeza Michele Pirro. Muchos no sabrán quien es, a otros les sonará de algo y otros pocos sabrán que fue el ganador de la carrera de Moto2 en el pasado G.P. de Valencia. Hasta aquí nada anormal, dirán algunos, pero si digo que nunca había ganado una carrera en un mundial; si digo que su posición habitual (excepto algún 3º, un 6º y un par de 7º) ha estado por detrás del décimo puesto y en algunos casos más allá del vigésimo; si digo que Pirro es compañero de equipo de Marco Simoncelli, lamentablemente fallecido durante el GP de Malasia; si digo que Gresini, jefe del equipo, estuvo a punto de decidir no participar en la carrera de Valencia; … Y si os digo lo que Pirro dijo tras la carrera: «Las condiciones de la carrera han sido difíciles pero he intentado mantenerme concentrado y después, desde arriba, Marco ha hecho el resto, ha estado junto a mí toda la carrera y de vez en cuando le pedía que no me dejara solo.» ¿Qué pensáis?
Igual que Marco hizo con Pirro, ¿lo hará Yuca conmigo?
Mmmm, no sé, quizá mi agnosticismo y escepticismo estén empezando a flaquear.
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Espero que la otra hermana de la suerte, la buena, la misma que hizo cruzar nuestros caminos, me permita llevarte de la mano a ese otro sueño, el eterno.
Dicen que si cruzamos nuestras miradas en ese último instante, en ese último aliento, quedaremos, de alguna manera, conectados para siempre.
Pero mientras tanto… Sueña Yuca, sueña.

(*) Felipe Lucena Marotta es el autor de «Memorias de Bond». Lectura que os recomiendo encarecidamente.
N. del A.: Disculpad lectores y seguidores por este «off off-topic», pero las circunstancias y Yuca no merecen menos.